Pintor de la corte
Pacheco, su mentor y su suegro, quería a toda costa que Velázquez subiera de escalón, alcanzara el puesto de Pintor del Rey, pues sabía que esto supondría su madurez en la rica vida artística de su discípulo. Esto haría que, en 1623, con la intercesión de Juan de Fonseca, uno de los andaluces en la corte de Felipe IV, Pacheco lograra del Conde-Duque de Olivares, una orden de presentación en Madrid para que Velázquez pintase al monarca. No cabe duda de que el retrato de Velázquez fue magistral, pues constituyó el aval que le aseguró la tan ansiada presencia indefinida en la corte real. Tras unas semanas de acomodación, trae a su mujer y a su hija (la otra había muerto un año antes), así como al servicio, a vivir a la capital, en una casa de la calle Concepción Jerónima.
Tras cuatro años, Felipe IV le nombra Ujier de Cámara, por lo que recibiría una mayor asignación.
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